miércoles, 6 de octubre de 2010

La mirada del lobo


El lobo sabía más del hombre que el hombre del lobo. El lobo y el hombre se conocían desde hacía ocho inviernos. El niño había visto al cachorro con la loba cuando él aún caminaba entre mujeres.

El lobato había cortado la pista del muchacho cuando todavía no había cazado su primera pieza.

Ahora los dos dirigían sus manadas en la cacería

El hombre y el lobo se habían visto cada invierno. El hombre había distinguido desde siempre entre los lobos a aquel lobezno de color más claro, casi blanquecino, que sus grises hermanos. El lobo reconocía entre todos los olores humanos el de aquel jovenzuelo espigado siempre con el venablo en la mano.

Pero el lobo había observado mucho más tiempo al hombre que el hombre al lobo. Sabía más el lobo del hombre que el hombre del lobo. Y era el lobo quien se acercaba al hombre y lo miraba.

Así comienza mi nueva novela "La mirada del lobo". Creo sinceramente que es de lo mejor, o lo mejor sin más, que he escrito en narrativa. Estoy motivado y emocionado con este libro, muy especial para mí por múltiples razones. Lo que cuenta es el inicio del fascinante vínculo anudado en la prehistoria que ha unido a nuestra especie con el lobo -del que descienden todas las razas de perros- y que hoy sigue siendo algo especial y único. La domesticación posterior, en el neolítico de otras especies (cabra, oveja o cerdo) no fue sino estabular caza salvaje (íbice, muflón o jabalí) para aprovechar carne, crías, leche, piel o lana. Con el lobo, con el perro fue y es muy diferente.

La novela llegará entre hoy mismo y mañana a todas las librerias de España. esta editada por La Esfera de los Libros y estoy feliz de la edición, presencia y belleza del libro. La portada, en mi opinión, es verdaderamente hermosa.
Espero contar con vuestro apoyo en su difusión y, cuando leaís con vuestras impresiones y vuestras críticas. Muchas gracias por anticipado. Toda ayuda será bienvenida y en esto el "boca a boca" es el instrumento más eficaz.


sábado, 6 de marzo de 2010

"El diario del perro "Lord"


Acaba de salir a las librerías mi nuevo libro. En esta ocasión intimamente relacionado con la caza, pues se trata de las "memorías" de mi buen perro "Lord" tristemente desaparecido ahora hace cinco meses.
Presentamos el otro día el libro en Venatoria y quiero hoy dejarles a ustedes el primero de sus capitulos y, como entrada y homenaje a mi compañero, el epílogo donde he intentado expresar lo que significó esa relación para mi


En recuerdo de mi buen compañero

Los perros son inmortales. Poseen el maravilloso don que las bestias mantienen y los hombres han perdido de la inocencia sobre su muerte. No saben , no tienen conciencia de que han de morir. Pero en el caso de que “Lord”, “Lord Jim”, hubiera sabido que iba a morir hubiera sabido también que tendría, como tuvo mi mano para descansar su pata cuando el viejo cuerpo ya no le dio más de sí. Como supo que tenía mis brazos cuando cada vez con más frecuencia no podía subir las escaleras de casa hasta el primer piso, hasta el despacho donde pasamos tanto tiempo juntos, donde hemos compartido este ultimo libro. Como sé yo que mientras a el le hubiera quedado aliento no me hubiera faltado su cercanía ni su calor ni su cariño . Nunca me faltó la hermosa mirada de sus ojos luminosos que tantas veces me han consolado cuando la desolación por causas ajenas o por mi propia estupidez me ha alcanzado al corazón . Ningún ser vivo ha sabido como él reconfortarme en esos momento de abatimiento y soledad. Y aunque ni el ni yo creemos que haya en unos cielos paralelos un paraíso de agrestes cazaderos poblados de salvajes perdices y huidizos conejos ni un infierno en que nos den caza a ambos escuadrillas de patos con ametralladoras y liebres armadas kalasnikov, si que tendré para mi en las noches estrelladas y frías del invierno, cuando las estrellas más brillan y destilan el hielo y la belleza por cada una de sus puntas, la nostalgia de nuestros días juntos en la dulce y leve tierra que compartimos. Y que cuando al atardecer, en los cálidos veranos, vea aparecer el lucero vespertino el estremecimiento de mi piel y de mi lagrima serán por el homenaje a lo efímero de su presencia y a su largo recuerdo .




Capitulo I

No soy un perro cualquiera


Ahora que los años han mermado mis fuerzas, y 14 años largos son muchos para un perro, quizás sea la hora de soñar mi vida, tumbado ahí en ese sofá, que siempre me ha gustado tanto, frente a donde mi compañero escribe. Si yo sueño mi tiempo en la tierra, junto a él, quizás así el pueda soñarlo conmigo. Y no olvidarlo ni olvidarme hasta que un día también su propio tiempo pase.

Porque si el pasado, presente y, no dentro de mucho, el futuro, serán todos sueño para mí, para él, y hasta cuando también le alcance el tiempo, sí podrán ser recuerdos. Y algo más que entre los dos hagamos perdurar en la memoria y el corazón de otras gentes. Luego todo se irá, todo se va inevitablemente, la letra, el papel, el bosque y hasta la piedra. Por eso antes de que el olvido cercano me venza es llegado el momento de repasar lo vivido y convivido y de rebuscar recuerdos como los rastros de las perdices que han pasado por las veredas. Es hora de que les diga quien he sido, quien soy y que siento. O mejor, quien hemos sido, porque un perro sin el hombre no se entiende, pero quizás pueda vislumbrarse también que algún humano tampoco puede comprenderse sin su perro.

Bueno , yo soy un perro de caza y me llamo Lord. Me llamaba Lord Jim, pero por eso no he atendido nunca, fue cosa de muchas letras y rápidamente se acortó para beneficio de todos . Soy un epagneul bretón muy blanco y de alzada bastante mayor que mis congéneres . Apenas si tengo unos manchones marrones y el pelo mas sedoso. Es porque no soy bretón, bretón , aunque cualquiera se hubiera creído que sí porque mis padres parecían serlo los dos. Y lo eran . Pero una tatarabuela mía tuvo un lío , cosa de un amorío fugaz, pero que dejo huella, con un setter laberak ingles , y yo he dado el salto hacía atrás y cuando ya se creían que aquellos genes estaban perdidos pues salieron a flote. El Chani suele decir que eso ha sido para mucho mejor y creo que en esto tiene razón. Me gusta la herencia de ese antepasado. Me ha dado mas cuerpo y algún viento añadido.

No soy un perro cualquiera y no porque me las de aristócrata a pesar del nombre. "Lord Jim" no lo era. Si recuerdan la novela de Conrad y la película, era un inglés que se acobarda en un combate y huye. Luego es el más valiente y un héroe capaz del sacrificio último. Lo interpretó Peter O,Toole y que bien supo encarnar la tiniebla en el corazón del hombre y el hombre en el corazón de la tiniebla que el otro había escrito y sentido. No somos, yo creo que ni hombres ni perros, unidimensionales. Un día somos capaces de lo peor y otros de lo mejor. Dicho sin tanta filosofía y al estilo más canino.

Pero me pierdo. Digo que no soy un perro cualquiera. Uno tiene cosas de que alardear. Por ejemplo ¿Quien en el mundo de los perros puede presumir de una novela dedicada?. Pues yo tengo "Nublares". "A mi perro "Lord" pone bien claro. Y el lobo que acompaña al protagonista, "Ojo Largo", es como debí ser yo hace 15.000 años. Un lobo paleolítico adiestrado por un cazador cromañón. "Nariz" le puso , pero yo sé muy bien que soy yo.

En otro libro “Un sombrero para siete viajes” también salgo. Hasta en foto. Y son de las cosas que más me han gustado. Tengo dedicado el epílogo y me gusta porque es verdad.
"Mi perro siempre sabe cuando me voy lejos. Ese día no se despega de mis pasos. Sufre y yo sufro. Quisiera poder explicarle que volveré, que me espere, que no voy a abandonarle. Y se lo digo. Pero Lord se limita a mirarme ansioso. Entiende muchas cosas, pero no esas complejidades del lenguaje humano.
Así que cuando me ve sacar el macuto verde y, sobre todo, descolgar el viejo sombrero del clavo, me sigue por todas partes con su muda pregunta en la mirada. Pero no puedo transmitirle mis garantías de vuelta. En realidad ni uno mismo sabe si va a volver. No puede en verdad más que prometer una intención. En el fondo el perro lleva razón.
Pero a los humanos, a mi mujer, Mari, les queda el consuelo de la palabra, la confianza y hasta un plazo y una fecha para la vuelta. A él no. A él sólo le queda esperar en el vació. Sin saber.
Recuerdo ahora el amanecer de julio (2000) en que salí de casa para este último largo viaje. El beso de mi mujer y la mirada de mi perro. Mari sabe que hoy ya estoy de regreso, que se volverá a colgar en el clavo el viejo sombrero. Su alegría será mucha al verme entrar, pero la sorpresa y el alborozo de mi perro Lord les aseguro que aún serán mayores. Y eso-sé que mi mujer me perdona-será lo que me arranque, en la vuelta, la mejor sonrisa del corazón"

Sí que reconozco ese sombrero, el de lona sudafricano con el que se hace fotos , que tanto quiere y sigue usando como amuleto cuando se va de expedición. A esas a las que no me lleva. El sombrero y esos macutos verdes. Muchas veces, muchos veranos seguidos, iban juntos, el uno y los otros. Sus años de la Ruta Quetzal. Yo, claro, no les he tenido simpatía ninguna. Bien sabía que con el sombrero y el macuto verde el desaparecía y yo me quedaba en casa. Porque a otros viajes si que he ido. No tanto como él, pero yo viajero también he sido. Habrá tiempo de contarlo.

En libros , ya digo, yo he aparecido mucho y ya ni cuento en revistas y periódicos. Raro es que no me haga hueco en todas y cada una de sus novelas y en cuanto puede me cuela por cualquier rendija. A mi y a su pueblo, a su tierra natal, Bujalaro en Guadalajara, siempre nos tiene en la boca. He sido un perro muy mentado. Tanto que hasta he salido en televisión y no una sino bastantes veces. Las más pegado al amo, en el patio o en el despacho, que siempre me pone a su lado cuando vienen a entrevistarlo o a hacerle alguna foto , pero una vez fui yo el protagonista, y ahí sí que no admito bromas. El programa estaba dedicado a mí y no puede decir nadie que no me comporté como un veterano, como todo un actor. En casa primero y en el campo después que soltaron unas perdices para que se me viera cazar y ya lo creo que las cacé. ¡Menudo cobro hice a una alicortada!. El cámara José Luis Pecker , compañero del Chani en la Ruta Quetzal estaba alucinado.
Y en el plató, en el programa de Juan Delibes, me estuve quieto como un mazo, pegado a la pierna de mi amigo, mas quieto que me he estado nunca en mi vida por muchas veces que me hayan mandado estarlo y aquel día no le hizo falta decirme nada, que sabía yo lo mucho que me jugaba y nos jugábamos saliendo en televisión. Aquel día, mientras me filmaban, hasta me dibujó un señor y ahí tiene el amo el cuadro colgado en la cabaña del campo junto a la cama donde dormimos. Ese dibujo es de Josechu Lalanda. Pero no es el único,. En su despacho del ordenador está , a todo color, el de Julio del Rey, conmigo en pose muy cazadora con una perdices, que esta copiado también en un azulejo en el patio de la casa junto a la fuente donde vienen a beber los gorriones. Uno de ellos pudiera considerarse hasta mi primera pieza. Un volantón inexperto que se descuidó tanto que de un salto lo tuve en la boca. Corrí hacía donde estaba Mari, a la cocina y ella, al ver asomar la cola del pajarillo, grito la palabra mágica “¡Suelta!”. Yo abrí la fauces y el gurriato emergió de mi boca, volando como un desesperado. Ahora y desde hace mucho ya no acecho gorriones. Hace muchos años, más de los que lleva el azulejo con mi figura sobre la fuente, que lo he dejado. Ya tengo una trayectoria y un prestigio para andar detrás de los gurriatos.

La última vez que me retrataron fue no hace mucho. Lo hizo Mariano Aguayo y ahí tengo el cuadro, justo encima de donde estoy yo ahora mismo tumbado. A primera vista parece que tengo la cara triste, pero no. Yo siempre y para las ocasiones importantes he sido un perro serio. Y posando para tales artistas, uno tiene que dar la talla.

Y si, lo reconozco. Me gusta salir en las fotos y que me lean lo que escriben de mi. Me gusta oír mi nombre. Así que para las fotos pongo el perfil bueno y me arrimo al Chani y cuando oigo decir “Lord” envelo las orejas un poco y pongo gesto de entender. Porque muchas cosas ya lo creo que las entiendo. Sé quien soy, como me llamo, quien es mi amo, quien es ella, que me cuida, y quienes son muchos de los que vienen por casa o de los que encontramos en el campo. Algunos ,a casi todos, me ha gustado conocerlos y cuando reaparecen reconozco a la legua su buen olor. A otros, muy pocos, mejor me hubiera valido no verlos en mi vida. Pero esos malos olores no suelen aparecer por el patio.

Pero de eso ya hablaremos, que estoy perdiendo el hilo de la presentación. Catorce años son muchos años para un perro. Y hoy estoy cansado, muy cansado, y algo cojo. Casi no he podido subir la escalera después de venir de cazar. Son muchos años y hoy me he hecho daño en la mano y el brazuelo izquierdos. Tengo la articulación hinchada. Como cuando padecí aquellos dolores horribles , que me caía hasta al levantar la pata para mear. No es igual que entonces pero me duele. Lo de ahora es del golpazo que me di esta mañana en el arroyo donde resbalé en la madera húmeda que había para pasar y caí contra aquella piedra. Ahora se me ha hinchado.

Pero hoy ha sido un gran día. Lo sé porque él esta feliz conmigo y no ha parado de decirme palabras suaves y hacerme caricias. La verdad es que cobrarle esa perdiz, alicortada, larga y que cayó sobre aquel matón de carrascas, aliagas y broza, aunque me esté mal decirlo, tiene mucho mérito.

Por fortuna la vi caer y corrí hacia donde había pegado el pelotazo. Cogí el rastro y ya me dije: "este es un macho viejo y se va derecho a la leña” . Con lo que me quedaba de resuello fui tras ella pero no manera de entrar a aquel matorral tan espeso. Metida entre los matojos buscaba hacerme perder su pista. Pero no. La tenía fresca y en esto del cobro siempre he sido puntero. Lo que me hayan mermado las facultades lo gano por perro viejo. He sido un maestro en encontrar caza herida o muerta y eso me lo ha reconocido siempre el Chani y toda la mano, que bien que me llamaban para que les fuera a cobrar. Ahora menos porque ya no valgo con algunas cuestas y hay perros mucho mas jóvenes . Pero no me llegan . No me llegaban antes y ahora si me dieran las patas se iban a enterar. Como se enteró el macho viejo de perdiz que se quería perder entre la leña del matón.

Dos veces la tuve al diente y dos se me escurrió. Pero a la segunda soltó ya el cacareo y eso hizo que Chani, que no me veía entre la maleza, viniera hacía el sitio y sin meterse encima, que eso lo único que hace es ponernos todo aún más difícil pateando, haciendo ruido y no dejando ni oler ni oír , ¡estos hombres!, tapó una salida y se quedó escuchando y quieto. Me gusto la confianza y le oí decir a otro de la mano. "El Lord la tiene aquí".

No la tenía aún pero no tardé en hacerme con ella. La engavillé en el rincón donde se había aplastado y con la perdiz en la boca salí a lo limpio. Y la paseé, aunque estaba reventado del esfuerzo, un rato. Porque yo darle la caza en la mano eso no lo he hecho jamás. La cobro y la traigo ,y con mucho cuidado, en la boca y puedo ir detrás suyo un kilómetro antes que dársela a otro que no sea mi amo. Pero en la mano no. Me gusta hacerme el remolón antes de entregarla, dejándola en el suelo cuando me dice “suelta”. Yo sé que en el fondo no le importa mucho y cuando de jovencillo le dijeron no se qué de adiestradores o castigos para que lo hiciera el dijo que lo que le importaba era que la cobrara y la trajera, y que por ello a mi no me tocaba el pelo nadie.

Sabe también que cuando he hecho faena me gusta que me la deje saborear un poco. Y esta vez me dejó todo lo que quise. Se sentó en una piedra y me dejó lucirme después de la faena, porque sabía lo difícil que había sido. Y estaba feliz y yo también . Lo notaba en sus caricias y en esas palabras que llegan al corazón de un perro de caza, esas que valen por todos los dolores que tengo ahora.





La verdad es que estoy baldado. Y tengo miedo de que ya no me lleve con él. En lo que llevamos de temporada hemos ido tan sólo unos pocos días. Al principio fuimos a esas perdices que huelen de otra manera, que huelen a pienso y a cerrado. Me pongo tibio con ellas y da gusto como se dejan acercar y es cuando yo me quedo como una estatua señalándolas con el morro y él llega y, a su gesto, me lanzo y sale . De esas pocas se van , que no se le debía ir ninguna, pero se le van mas de tres. Me harto de morder caza. Y bueno, se disfruta, pero como que no sabe igual.

Aunque fue en una de esas sueltas cuando ya me di cuenta de que he pegado el bajón. A media mañana , cuando antes yo estaba dejando atrás a todos, no me daban los pulmones, que me salía un resuello ronco del pecho , ni las patas, que la verdad es que no se parar de comer y me sobran kilos, y al subir una cuesta es que ya no podía ni seguirle. Yo, que siempre he subido por delante y al trote. Cuando remontamos noté, por su tono de voz, que estaba preocupado . Y le agradecí la parada , allá a la sombra. Se encendió un cigarrillo, que no se porque hace eso, que atufa el coche , pero es una manía suya como la mía de comérmelo todo, me da igual, es que todo me gusta , el melón y el jamón. Todo . No se que haya que no me guste a mi. Bueno pues cuando acabó con el fumeque yo seguía resollando , tumbado con la panza en la tierra fresca. Y el siguió esperando a que me recuperara. Que diferencia de antes que cuando el paraba en los “ganchos” a que llegara la mano yo me desesperaba y chillaba y rabiaba por salir campo a delante en vez de esperar. Yo soy un perro de caza al salto y no de ojeo ni de “ojeitos”.

Bueno pues estaba reventado y aunque luego aun dimos una vuelta y yo seguí sacándole perdices, para que, como siempre, sus primos canarios que son los que hacen estas sueltas cuando vienen por la península, se quedaran bizcos con mis muestras y mis cobros. Hasta ese, que imita mis ladridos cuando me dejan en el coche como si fuera yo y los otros se hartan de reír, tuvo que reconocer que puedo ser un llorón pero si me pongo, un respeto.

Pues encima al que me hace burla y después de que estuviera con el Chani dando vueltas en un rastrojo, sin un mal matojo ni una paja, buscando una pieza, le di una buena lección.

Yo andaba un poco despistado. La verdad es que me estoy quedando sordo , de un lado sobre todo ( y en ocasiones me lo hago también un poco del otro. Cuando estoy cansado oigo bastante menos, por ejemplo) y andaba a lo mío por una costera mientras el Chani se desgañitaba llamándome. Al final lo vi , más que lo oí, haciendo aspavientos, que tampoco es que vea ya como antes pero en ello ando todavía algo mejor y bajé hacía ellos. ¡Y serían tontos!. Tenían la perdiz en los mismos pies y ni la olían. Y es que los hombres ver aún ven , que para eso miran desde sus alturas pero oler y, dicho sin metáforas, es que no huelen ni una mierda . Dan pena. El imitador la estaba pisando y nada, tapada solo un poquillo por unas pajas del rastrojo. Si no llego a bajar allí se queda. Se la dejé al Chaní al lado y no dejé ni que me acariciara. Me marché costera arriba otra vez. He sido, lo reconozco siempre un poco mío, un poco cabezón y un algo independiente.


Me fui como haciendo que estaba fresco y trotador pero no podía con el alma y empecé a temer que esa podía ser la ultima vez que me llevaba de caza. Lo de perder el resuello en la cuestecilla lo tenía en vilo y yo lo sabía.

Mis temores se confirmaron al domingo siguiente . Porque se que se fue a cazar lo nuestro porque llevaba el chaleco, la escopeta y el morral-que distingo bien del rifle y otros achiperres y ya tengo muy sabido que entonces no me toca- ¡Y no me llevo con él!. A la vuelta, bien lo barruntaba yo, no traía había olor a jabalí, ni a venado ni a corzo en las botas. Olía a perdiz y hasta sabría decir de donde. De su pueblo, de Bujalaro, que no se me despintan a mi aquellos olores de sus pantalones, olía a tomillo y a romero y a espliego de esas alcarrias altas donde comencé a cazar cuando era un cachorrillo. Se creerá que no me acuerdo.

Pero no llevaba las piezas encima ni estaban en el morral. Lo que había hecho era ponerlas escondidas entre las plantas del jardín para que yo las cobrara y las metiera en casa. Porque ha sido una costumbre de siempre. Cuando llegamos de cazar el deja una pieza y yo la cojo y la meto muy orgullosamente a casa y se la doy, tras remolonear un rato, claro, a Mari. Y quiso el Chani que lo siguiera haciendo. Me dijo “¡Busca! ¡Muerta!” Y a escape di con una y luego con la otra en el jardín, aunque la segunda la había puesto encima de una maceta muy alta. ¡A mi me la va a dar!.

Pero con todo no se me iba la tristeza de que ya no contara conmigo. En casa estaba bien y a gusto, no lo voy a negar, pero no salir al campo es no tener vida para un perro de caza .

Pero hace solo dos domingo me volvió a poner el collar de campo. ¡Y esa si que es una señal definitiva!. Supe que volvía a la brega y me puse como loco de contento. Cabrioleaba como un cachorro. Fuimos a Alarrilla, que ese es mi cazadero desde hace varias temporadas . Y que niegue que cumplí. Cobre las suyas y las de algún amigo. Le note contento. Y me recuperé bien. Por eso he vuelto hoy. Estoy algo más molido, pero es por el golpe. El terreno, como ha llovido mucho, estaba blando y te agota. Pero hoy no sólo no llovía sino que hacía bochorno y la tierra, sedienta, se había bebido todo y no había un mal charco. Estuve buscando alguno como un desesperado y nada. Hasta que ya al final encontré uno en un bacho, en medio de una chopera. Me puse perdido de cieno, la verdad. Pero que gusto. Luego ya al rato , como nos paramos un poco, me quede frío y empecé ya a cojear. El se ha portado. Me miró la pata, la articulación y a nada estaba en un coche que me llevó al nuestro y ya pude descansar en mi sitio de la parte de atrás. Estaba deseando tumbarme en la colchoneta. Y ahora sueño, sueño con que no sea la ultima vez. Que no creo que lo sea, porque estoy viejo si, pero aun valgo y hoy lo noto muy contento conmigo. Creo que aun me queda cuerda. Un poco por lo menos. Y cobrando he demostrado que quien tuvo, retuvo y guardo para la vejez. Que sí, que eso es verdad, que estoy muy viejo , cada vez más sordo y perdiendo vista. Pero ni se me han ido las ganas de cazar y ¡quia! tampoco las de comer. Que tragón sigo siendo como el primer día.


La casa donde he vivido siempre tiene un patio con jardín, el piso de abajo y el de arriba donde está el dormitorio y el despacho de trabajo del Chani, donde está el sofá cama, donde a veces duerme, y donde a mí me gusta mucho echarme. Pero antes de subir, cuando se viene de caza hay que pasar por la ducha. De ella no te libra nadie por más que te hagas el remolón. Y a veces no sólo me lo he hecho sino que he protagonizado fugas y escarqueos. No te vale. Al final Mari me captura o pide la ayuda de él y acabo bajo el agua. Que reconozco que está calentita y que luego se siente uno de lo más a gusto y , que te secan y si hace, como hoy, frío pues hasta te ponen una manta por encima y se duerme mucho mejor. Pero que por mi pie no voy a que me remojen, ni con caliente en invierno ni con fresquita en verano. Yo al agua del río, de un pantano o del mar me tiro de cabeza en cuanto la veo pero que me enchufen un chorro no me gusta pero que nada.

Pero luego se siente uno bien, eso es verdad y duchado y calentito me entró la soñera, que cada vez duermo más, me descuido y estoy dormido, oye, y fue llegar al piso de arriba, y caer allí rendido.

Lo malo ha venido hoy. No se que parte del cuerpo no me duele. La pata está aún más hinchada y me rilo de atrás, los cuartos traseros siempre han sido mi debilidad. Esta mañana al bajar el Chani para irse al trabajo he querido bajar yo también. Y me he caído medio rodando por la escalera, me he pegado la costalada contra la pared del final del tramo grande y he salido retorcido y trastabillando del de abajo. La leche ¡con lo templado que cogía yo esa curva y lo pimpante que me encaminaba por el salón hasta la cocina!. Subir aún subo, aunque al final en algunos tramos y algunos días que vengo sin fuelle me canso, pero bajar es que me empieza a dar un cierto miedo. Habrá que hacerlo con cuidado.

Pero es que hoy, después, eso sí que no lo perdono por más dolores que tenga, de compartir el desayuno: melón, pan con aceite y chupar el platillo y apurar la miel que queda en el fondo de la taza de té, no valía ni levantarme del cojín del salón. Y me ha venido encima el recuerdo de cuando me pasó algo tremendo, siendo un perro en lo mejor, que casi me muero y a punto estuve de quedarme invalido total. Fueron unos dolores cada vez más seguidos y fuertes y las articulaciones tan hinchadas que ni las podía doblar. De atrás no me sostenía. Iba a levantar la pata para mear y al suelo. No valía ni tenerme pino. Entonces el me tuvo que llevar de aquí para allá en brazos, y subirme y bajarme al piso de arriba. Pero ya lo contaré cuando toque, que lo pasé pero que muy mal y me trae pésimos recuerdos. Y me preocupa esto de los cuartos traseros que yo siempre he estado un poco tocado yo de atrás. Primero de cachorro fue una cosa, displasia, pero pequeña y se quedó en casi nada, luego vino lo de aquella enfermedad, y ahora esto. Estoy en un susto, pero tengo ganas de dormir. Para mi que lo de hoy no va a ser igual, que esto es como otras veces el palizón de ayer, que durmiendo, buscando una postura panza arriba y que se descanse esa parte y se desagarroten los músculos me sentiré luego mucho mejor y cuando me despierte tendré ya ganas de mover el rabo.

Si ahora mismo ya en este duermevela y mientras les cuento hasta les diría que ya me voy viniendo arriba y a mejor. Mañana me pienso subir y bajar yo la escalera sin ayuda ni miedo ninguno, como un señor. Que no estoy todavía para eso de acarrearme. Ya no soy el de antes, ya digo, pero aun iremos a cazar, digo yo. No dejaría nunca de llevarme con él si supiera lo triste que me pongo aunque luego me traiga alguna pieza y me la esconda por el jardín. Bueno, está bien y me divierte el juego y le perdono, pero no sabe lo malamente que he pasado el día. Así que digo yo que aunque estoy viejo aun me seguirá llevando. Por pedírselo no va a quedar. Y sé que el Chani me quiere, ya lo creo que me quiere. Y no sabe lo que me gusta que me acaricie. Yo me pasaría el día dejándome hacer caricias. De eso si que no me canso. Pero lo que digo, yo creo que el Chani me quiere y me seguirá queriendo y aunque este vejete iremos trampalanteando juntos. Que tampoco el sube ya las cuestas como antes, que ya le veo yo ratonerias para no subirlas a pecho. A lo mejor algún día vuelve a cambiar la cosa y volvemos los dos a devorar las costeras y enderezar para el Colmillo de Alarilla como una liebre de esas que me dejan atrás. Aunque en cuanto “guilo” que una lleva plomo, a esa no la pierdo de vista, a esa le acabo echando el diente. Menudo he sido yo para las liebres. Ya se lo contaré, ya. Pero ahora me vuelvo a dormir, que me está entrando una soñera que para que. Seguro que sueño que corro detrás de las liebres. Yo sueño mucho con las liebres.

jueves, 25 de febrero de 2010

El cochino de mi vida y de la de mi primo

La caza tiene estas cosas. Montería en Negredo (Guadalajara) cerca de mi pueblo natal, Bujalaro. La organiza Carlos Álvarez, el de La Bujeda, que tienen arrendados estos términos de corzos y cochinos. Lo hace con la eficacia y la afición que acostumbra. Amigos ante todo. Sabe que hay guarros grandes en la mancha. La mañana es gélida. Más frío que Dios talento.

Mi primo Fran Burgos es mi postor. No colocamos cerca el uno del otro. En un sopié. Los perros van por arriba , entre otros los de Gandarillas que conoce muy bien estos pagos. Pasan. Baja algún corzo. Hay que saber aguardar. Los jabalíes viejos hacen su jugada, se hurtan de las rehalas se descuelgan por la ladera y se vuelven.

Tira Fran, una ,dos , tres veces. Silencio y después de unos segundos , ha recargado, un nuevo tiro hacía mi dirección. Estoy en tensión y entonces aparece al galope la mole. Es un bicho, Lo meto en el visor, disparo y el jabalí cae. Pero aún se levanta, avanza hacía unos chaparros. Vuelvo a disparar y esta vez se desploma fulminado . Patalea y muere. Llamo a Fran por el móvil. No hay cobertura. Me acerco al guarro. Un tiro esta en toda la paleta. Un tiro definitivo, desde luego. Lo contemplo. Observo que además de ese tiene otro. Un tiro en la pezuña delantera que le ha roto el final de la mano. El lance ha sido fantástico . He disparado a unos 70 metros, he mantenido la calma y el jabalí es un machazo con una boca soberbia. Es el jabalí de mi vida.

Vuelvo a llamar a Fran. Nada. Pero a poco lo veo que aparece. Viene hacía mi y yo salgo alborozado a su encuentro . Le digo. “¡Ahí lo tenemos!”. Nos abrazamos como críos. Estamos felices. Y le digo: “Puede que tengas algo que ver. Ven. Tiene un tiro en una pezuña. Puede ser de los tuyos”. Nos echamos a reír. Nos da igual. Lo tenemos. En otro lugar, otro momento, un lance como este puede acabar en una broca de las gordas. Aquí no. Aunque no falta quien malmeta. Pero Fran y yo, brindamos con un buen vino que estaba reservado para una ocasión así. Seguimos la senda en la dirección que ha traído y me enseña donde ha tirado. No encontramos sangre. Porque no la buscamos. El último tiro suyo puede ser tal vez el que le tocara, aunque se hace un poco raro con el animal de culo. Pero lo cierto es que se rebajó y es cuando entro en mi radio de tiro. Puede ser uno anterior o puede ser hasta mío.

Nosotros ya tenemos decisión. Tiene una cabeza espectacular, con el pelaje de invierno. Me la haré y sacaremos tablilla y copia. Tendremos el cochino los dos. El cochino de nuestra vida, de mi primo más joven en esto de la caza, corazón de los nobles donde los haya y mío, compartido. Como tengo yo un corzo con los dos nombres, aunque yo a ese hice poco más que asustarlo.

En la junta, claro, tenemos que aguantar él y yo más de una broma, hasta que Fran se arremanga, coje los trastos y en un pis- pas tiene desollada la parte delante de cochino y demuestra lo que es un buen montero.
La batida ha acabado siendo un éxito. Hay otro macareno quizás tan bueno como el nuestro. Es de Angel, otro cazador afincado por matrimonio en Bujalaro. El “Aguacil” de Albalate no podía fallar a su fama y su potra. Dos. Uno de ello un machete de tablilla. Y hasta una montera guapa, Patricia Pérez, que mata su primer cochino. Hay tentaciones de novia pero no es la primera res y alguno tiene que aguantarse. Me vuelvo para Madrid pensando. Menos mal que era Fran. Y Fran pensando. Menos mal que era Chani. Si no a lo mejor aún estábamos en el monte. Por ejemplo yo buscando como fuera una gota de sangre para demostrar que el tiro de la pezuña era el suyo. O al revés el aseverando que fue el primero de los míos el que le dio ahí y por eso tropezó y cayó el cochino.
Al día siguiente tomamos una nueva decisión. Siempre que podamos lo tenemos claro. El otro en el puesto de al lado. Y esta primavera a ver si soy yo el que le regala un corzo que él no haya más que espantado. O como mucho que le haya dado en los cascabeles.